El Profeta de la Pampa, una historia escrita en asfalto

FOTOTECA

¿Es el Profeta de la Pampa un baquiano de los llanos? Con aires cuyanos, la historia de la calle que rinde curioso homenaje a Sarmiento.

Nace en la calle Moreto al 1600 y termina en la avenida San Juan Bautista Lasalle al 2000. Sin embargo, la asfaltada traza de la calle El Profeta de la Pampa viene al galope desde los verdes llanos; más con el cordillerano impulso del viento Zonda. Obra e ingenio del don Ricardo Rojas (sí, sí, el mismo que sacó a la luz la poesía de Luis de Tejada, el primer poeta argentino), El Profeta de la Pampa es mucho más que una calle próxima al parque Avellaneda. Es la historia de un homenaje al sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento.

Con la pluma y la palabra

Si alguna vez transitó por esta sobria callecita de Buenos Aires, tal vez se haya preguntado que quién era el protagonista de su alusión. ¿O no sería más que un ser anónimo, cualquiera de los tantos baquianos que han surcado las llanuras nacionales a grueso conocimiento sobre sus hombros? Pues, recogiendo el guante arrojado por la revista Don Quijote, allá por el año 1884, Ricardo Rojas desafió la geografía nacional y, haciendo uso del apodo que la publicación esbozara, dedicó a Sarmiento un libro de idéntico bautizo: El Profeta de la Pampa (1945). ¿Era acaso su ideario europeo, “civilizado”, la fuente visionaria desde la que el autor de El Facundo predicaría la educación, la palabra”? Ricardo Rojas así lo explica…

Alma de quijote

“Unos decían: es un poeta, aunque sólo escribió en prosa (¡52 volúmenes!); otros decían: es un artista, aunque no cultivó ninguna de las bellas artes; otros: un pensador, aunque no se ciñó a ninguna escuela filosófica; otros: un político, aunque careció de astucia y partido. Fue concejal, ministro, gobernador, diplomático, senador, presidente, pero llegó a esos poderes llevando consigo la tempestad. Y aún hay en su carrera otros títulos: redactor de periódicos, general de nuestro ejército, autor de libros, maestro de escuela (…). A pesar de los puestos que ocupara y de los instrumentos nuevos -la prensa y la escuela- de que se valió en su misión, podríamos más bien decir que fue un profeta, el profeta de la pampa.”  De éstas palabras se valió Ricardo Rojas para explicar el por qué del título de su obra (compuesta nada menos que por 724 páginas) y a al mismísimo protagonista: “un magnifico actor que ha representado múltiples papeles bajo sucesivas máscaras. Creemos que sus aparentes contradicciones y desconcertantes contrastes psicológicos disuelven o desintegran la totalidad de una figura cuya unidad, más que por lo real, sólo puede ser recobrada a través de lo simbólico o lo imaginario”. De allí ese quijotesco espíritu que, precisamente cultivado por los libros, lo llevó a emprender camino.

Profeta… ¿en su tierra?

Residente en su provincia de origen hasta alcanzar su tercera década; no habiendo conocido Buenos Aires ni su pampa circundante hasta los 41 años, Sarmiento ya había alzado la pluma en su referencia, en su nombre. Todo cuanto, para Rojas, en el mentado juego de máscaras protagonizado por el “padre del aula”, se debe a la visión del más profético de los Sarmientos. “Del sentimiento intimo de San Juan salió (…) esta frase, que dio la vuelta al mundo: Civilización o barbarie, el Alfa y el Omega de nuestras luchas».  Así lo entendió y compartió Ricardo Rojas; así lo sintetiza, aunque sin palabras mediante, el breve trayecto de una calle porteña que en tal analogía halla su nombre.

¿Acaso es posible ser profeta fuera de nuestra tierra? Posturas e ideologías aparte, entre la Cordillera de los Andes y la vasta pampa nacional, entre la montaña y los llanos, en la efervescencia y el pulular magnético de los polos opuestos, el intento de Sarmiento no pasó desapercibido. En una Buenos Aires de arterias múltiples, el letrero de El Profeta de la Pampa, tampoco. Ahora ya lo sabe.