Eugenio Py: luz, cámara, acción

FOTOTECA

Visionario como pocos, el francés Eugenio Py alzó la bandera del séptimo arte en suelo argentino: vida y obra del pionero del cine nacional.

Idolatrada París… ¿Cuántas veces le hemos comentado que la capital francesa fue musa inspiradora de la Buenos Aires de principios de siglo XX? Pues déjeme decirle que el séptimo arte no sería la excepción: ciudad luz, cámara, acción…Sí, la historia del cine nacional comenzaría a escribirse de la mano y el genio de un franchute; aunque, a decir verdad, el bueno de Eugenio Py asomó al mundo lejos de los destellos capitalinos. Oriundo de la sureña Carcassonne (como un pulpero), no dudo en embarcarse -junto a su esposa Amalia Revel- hacia el mar de posibilidades que representaba la Argentina, tierra prometida para laboriosos inmigrantes. Lo aguardaría el oeste bonaerense, la localidad de San Martín, la instalación de un taller fotográfico, y más de un auspicioso encuentro.

El trío dinámico

Todo comenzó en la Casa Lepage, un negocio de venta de artículos de fotografía importados, situado en la calle Bolívar 375, casi, casi esquina Belgrano, en el hoy Casco Histórico de la ciudad de Buenos Aires. Ocurre que allí acudió Py para consultar sobre algunos equipos, y acabó por ya no marcharse. Habida cuenta de sus conocimientos, el belga Herni Lepage, dueño de la tienda, decide sumar a Eugenio a las filas de su negocio. Y pavada de colega habría de encontrar allí: el austríaco Max Glücksmann. Sí, sí. Un belga, un francés y un austríaco harían de las suyas en la, para entonces, inexistente industria cinematográfica nacional. Le digo más, este trío dinámico no daba puntada sin hilo: durante la primera exhibición cinematográfica del país, llevada a cabo en el Teatro Odeón, allá por 1896, la proyección de las breves escenas filmadas por los camarógrafos de los hermanos Lumière acabó por despertar su espíritu visionario. A Lepage, Py y Glücksman se les encendió la lamparita, y un vasto horizonte comercial se posó ante sus ojos. ¡Había que adquirir los aparatos de los Lumière! Sólo que las negociaciones no prosperaron, por lo que los dos primeros y ansiados cinematógrafos llegaron de mano de las empresas Gaumont-Demeny y Pathé Frères, ambas francesas.

¡Habemus corto!

Ya con los cinematógrafos en su haber, había que poner manos a la obra, nomás. Claro que, para entonces, el cine nada tenía que ver con el que hoy conocemos. Las primeras películas no superaban el minuto, por lo que los avances técnicos fueron fundamentales a la hora de extender su duración y concebir así los llamados cortometrajes. ¿De qué iban aquellos primitivos cortos? Básicamente, de registros documentales de paisajes o sucesos. Quienes constituyeran la llamada industria de las “vistas” o “actualidades”. Y he aquí la irrupción histórica de Eugenio Py, pues ha sido el creador de la primera película de nuestra historia cinematográfica: “La bandera argentina”. Lo del francés fue pura literalidad, sí. Nada menos que 17 metros de bandera a puro flameo, inmortalizados ellos por el cinematógrafo Gaumont, en la primera cinta virgen que ingresara al país. Corría entonces el año 1897, y al belga de Lepage no le quedó más que instalar un laboratorio en el que procesar tan divino material. Siguiendo el curso de los acontecimientos, el primer laboratorio del país, por supuesto. De esta manera, “La bandera argentina” inaugura el catálogo de “vistas” de la Casa Lepage, ufanamente publicado en la Revista Fotográfica Ilustrada del Río de la Plata.

Cámara en acción

Lo cierto es que Py y compañía seguirían con sus andanzas cinematográficas. Sin ir más lejos, en 1900, la visita al país de Manuel Ferraz de Campos Salles, presidente de Brasil, fue motivo de una nueva filmación, y pionera en lo suyo: se la considera el primer noticiero argentino. ¿Qué tal? No era para menos, con tamaña cobertura… Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca, Don Figueroa Alcorta y hasta el General Lavalle fueron sólo algunas de las figuras políticas capturadas por la lente de Py. Esa a la que nada se le escapaba. Los noticieros fueron lo suyo, sí. Y también los documentales: “La revista de la escuadra argentina en mayo de 1901” ha sido el primer filme documental del país, aunque el paradero de tal obra sea hoy una incógnita. ¿Más desafíos para el bueno de Eugenio? Mire que aún faltaba mucho para los filmes de acción; pero el francés sí que se atrevió a una trama de película. La cámara de Py se metió en la delicada situación política que Argentina y Chile protagonizaron en 1902, por las divergentes interpretaciones de los límites fijados por ambas naciones en los tratados de 1881. Eugenio viajó al país transandino y entrevistó a las figuras involucradas, episodio que también quedó registrado en la cinta de su fiel compañera de aventuras.

Cosecharás tu siembra

“Pica, pica compadrito” (1903), “Los políticos” (1904), “Ensalada Criolla” (1905) y “El soldado de la independencia” (1906) fueron algunas de las creaciones sucesivas. El año 1907 encontraría a Py experimentando con el cine sonoro, siguiendo la pista de los ensayos realizados por los hermanos Pathé y Gaumont, compatriotas franceses a quienes adquiriera sus primeras cámaras; más sin detener su producción. “La trilla” (1910), “Justicia criolla” (1910) y “Los escruchantes” (1911), cerrarían el inventario de creaciones de Py. Sí, apenas tres años de que el cine nacional comenzara a producir largometrajes, allá por 1914. ¿Qué si el bueno de Eugenio habría de brillar por su ausencia en tal acontecimiento? Claro que no, tras haber propiciado terreno fértil para el crecimiento de la industria cinematográfica local, Py se convierte en fotógrafo de “Amalia”, el primer largometraje argentino. Flor de gustazo se dio el francés, ya en el epílogo de su vida. Esa en la que rindió culto a su gran pasión. Eugenio Py fallece en 1964, a los 65, en sus ya queridos pagos adoptivos de San Martín. Aunque, nunca tan bien dicho, la leyenda habría de continuar. Y vaya si así lo hizo. Chapeau.