Falso boldo, la posta jardinera

FOTOTECA

Aunque revistiendo peligro para el consumo humano, el falso boldo hace justicia a su redor: adiós plagas en el verde con su solo olor.

Originaria de África, presente en Sudamérica. No sabe de fronteras ni distancia, pues rastrera como pocas, la planta de falso boldo (también llamado boldo rastrero) sabe copar los espacios con propiedad. ¿Algo invasora? Sí. Pero a la hora de la verdad, esta todoterreno amante de los suelos húmedos y bien drenados, de seguro, no te deja en banda. Dueña de propiedades medicinales similares a las que provee el boldo pero con alto grado de toxicidad ante excesos, el falso boldo es, ante todo, custodio y responsable de la salud de plantaciones. Y de nuestro techo verde, claro.

Asistencia perfecta

Perenne. Si algo caracteriza al falso boldo es su asistencia perfecta en los jardines o macetas (colgantes, mejor aún) que habite a lo largo del año. ¿La buena noticia? Lo hace sin pedir demasiado a cambio. Prefiere los ambientes cálidos y el sol, pero ofrece una alta resistencia a la sequía, necesitando no más que riegos ocasionales. Es que su tinte “suculento”, con su textura aterciopelada aunque ciertamente pegajosa por sobre sedosa, la convierte en una especie de dama de lo extremo. Aunque lejos de alzarse en solitario, se reproduce con la fluidez de pez en el agua. Vea usted, a lo largo y a lo ancho copan terreno con suma facilidad, siendo capaces de “alfombrar” parcelas de tierra a pura mata. Un efecto que no solo consigue gracias a su tupida ramificación; sino que enraiza de a gajos. Sí, incluso a tallo cortado, desde donde no tardará en echar raíces. Por lo que en cuestiones ornamentales también hace de las suyas, especialmente pos su espigadas flores violáceas. Más incluso a nivel aromático. Y he ahí el as bajo la mango de esta planta.

A nariz tapada

El falso boldo desprende un olor fuertón, como de almizcle, ese perfume que se obtiene de la sustancia segregada por una glándula del ciervo almizclero, y cuya capacidad para la fijación de aromas ha hecho que se lo utilice a troche y moche en el campo de la cosmética. Aunque en el caso de la jardinería, más que perfumar, el “almizcle” del falso boldo repele. Desde serpientes y caracoles hasta animales domésticos. Desde mosquitos hasta mocas y todo ser volador que ande revoloteando jardines y huertas, o procuren adherirse a hojas y frutos ajenos, con intenciones no santas. A todos y cada uno de ellos los expulsa el olor del falso bolso. Por lo que es de temer para las plagas, siendo al mismo tiempo un aliado natural de la jardinería o la horticultura. El propio riego o el mínimo roce hará que sus hojas liberen un extracto metanólico, desagradable al olfato, por lo que asociar el falso boldo a otros cultivos (no sin controlar su espíritu invasor) siempre ha de jugar a favor.

Doble filo

Su efectividad es entonces la mayor verdad, casi que imbatible, del falso boldo. Por lo que aquello de “falso” parece resultarle un cartel injusto. Incluso en cuestiones medicinales. Pues vaya si es digestivo, así como analgésico, antiulceroso y hepatoprotector. De allí que también suela llamárselo acetaminofén, vaporub y otras denominaciones de medicamentos comerciales. Lo que se dice, una joyita para la digestión, la gripe y el dolor de cabeza. Solo que no todo lo que brilla es oro, y el falso boldo tiene sus puntos oscuros al respecto: aunque se trate de un compuesto orgánico natural, el ascaridol en la significativa cantidad contenida por el falso boldo puede resultar tóxico. Por lo que para no jugar al filo, mejor resulta evitar su consumo en infusiones.

 

De allí que calladito y sin chistar, pero cumpliendo como un soldado con sus funciones en la huerta pulpera, al falso boldo ha sabido ganarse su buen lugar. Por lo que estas líneas, no le podíamos negar. Ahora ya lo sabrá, cuando nuestras verduras lleguen a su plato, sin agroquímicos de por medio, el falso boldo habrá hecho su tarea tras bambalinas: sabor natural sin aditivos para su bienestar. ¡Y festín del paladar!