Llegó al puerto de la mano de los inmigrantes italianos. Su consumo fue lento y silencioso, pero constante. Y, con el paso del tiempo, el Fernet se hizo costumbre nacional. Después del vino y la cerveza, es la tercera bebida alcohólica de mayor consumo en el país. Su historia es una leyenda oscura en donde todo se sospecha.
Fernet, el medicamento mágico
Algún alquimista lombardo del siglo XIX colocó varios tipos de hierbas en alcohol y mezcló el líquido con un hierro candente (en dialecto milanés “fer” significa “hierro” y “net”, “limpio”). El resultado fue una sustancia de color opaco, olor penetrante y especiado, textura áspera y sabor intolerablemente amargo. Quizás por eso la pensó como un medicamento mágico, una suerte de jarabe capaz de conjurar las propiedades de todas las hierbas del mundo.
Entre tanta incertidumbre, las marcas aprovechan para colar su propio mito fundacional. La versión oficial que sostiene Fratelli Branca, la empresa líder, asegura que fue inventado en el año 1845 por su fundador, el boticario Bernardino Branca. Por su parte, Ramazzotti sostiene que el hombre detrás de la botella fue el milanés Ausano Ramazzotti. El resto de los competidores le conceden todo el crédito a un enigmático doctor de apellido Fernet, que será suizo o sueco según la fuente.
El misterio de la fórmula
En la preparación del Fernet se utilizan un número incierto de hierbas, hongos y especias que varían de marca en marca. Se sospecha que entre sus ingredientes no han de faltar: manzanilla, aloe, mirra, ruibarbo, azafrán, codeína, remolacha, hojas de coca, ajenjo, laurel, naranja, menta y salvia. Ninguno ha sido confirmado. Históricamente, el Fernet se bebía como un aperitivo con propiedades digestivas, generalmente combinado con agua, soda, vino o vermú. Pero la ciudad Córdoba le puso su propio acento. Allí, el ingenio popular descubrió el elemento que faltaba: la bendita Coca-Cola.
El éxito de la mezcla no debe ser casualidad, ya que se trata de dos bebidas opuestas en sabor y consistencia, idénticas en su color, en sus orígenes pretendidamente medicinales y en la impenetrabilidad de su composición. La combinación fue explosiva y Branca lo notó. Apoyada por una potente campaña de marketing de parte de ambas empresas, se extendió rápidamente por todo el país, convirtiéndose en un clásico del estaño argentino.
Ahora, nadie duda de sus propiedades digestivas porque a nadie le importan. Servido en una botella de plástico cortada en forma de vaso, es el mejor combustible para bailar cuarteto como Dios manda. Y si todavía guarda alguna propiedad medicinal será porque es una suerte de antídoto contra el desánimo.
Otros países lo conocen, pero lo utilizan de modos más heterodoxos, en pequeñas dosis y casi como un detalle de sofisticación. Pero acá, como casi todo, el fernet se mezcla. Pueblo, tierra, baile y transpiración. Fernet y Coca. Una combinación anónima, azarosa y fantástica.