Más que visionarios, los hacedores de buena parte de las golosinas preferidas por los argentinas fueron clavadistas. Pues lo cierto es que, sin querer queriendo, a la hora de los nombres, aquellos “piletazos” resultaron toda una pegada. Claro está, sin estrategia de marketing de por medio, aquellos correspondían a cuestiones que quedaban tras bambalinas. ¿O no tanto? Hoy rompemos los envoltorios y develamos la verdad de tales bautizos.
El nombre del alfajor
¿Jorgito? Al decir del propio slogan, ¿quién otro si no? Claro que si pensamos en referentes de carne y hueso, pues no cabe más que pensar que don Jorge no fue otro que su creador. ¡Error! Jorgito, así, en diminutivo, era el hijo de un fabricante… y no solo de alfajores. Lo suyo también fueron los bizcochuelos, ambos destinados a panaderías. ¿Qué cómo llegamos de allí al kiosco? A fines de los ’50, la planta fue comprada por Fernández y Saavedra, quienes no hicieron otra cosa que relanzar el alfajor pero conservando la marca, para ver si este muchachito dulce lograba instalarse en los kioscos de las escuelas. Y vaya si lo consiguió… Eso sí, los ’60 vendrían con un capitán bajo el brazo: el Capitán del Espacio, otro alfajor que se las trajo. No solo por su popularidad; sino porque las razones de su bautizo fueron caldo de curiosidad para más de uno. Y el hecho es que el padre de la criatura falleció en 2012 sin dejar la menor seña. ¿Acaso un homenaje al flaco Spinetta y su grupo Invisibles? Ni tanto, pues el “anillo del capitán Beto” pertenece al álbum “El Jardín de los presentes”, lanzado en 1976. ¿Tal vez una guiñada a Neil Amstrong, a juzgar por el niño astronauta del envoltorio? A la duda nos llamamos…
Todo queda en familia
¿Acaso conoce a Benito Bianquet, alias “el Cachafaz”? No, si no estamos hablando del alfajor; sino de un bailarín de tango algo picarón, compañero de andanzas del mismísimo Carlos Gardel. Y como el hombre falleció en suelo marplatense, comenzó a correrse la bola de que en su honor surgió el nombre del alfajor que quizá más le disputa la batuta a los dueños de la localía: los Havanna. Sin embargo, los alfajores Cachafaz son bien porteños. Nacidos en el barrio de Liniers, es precisamente por estos lares donde aseguran que “Cachafaz” no fue otro que el apodo con que se conocía a uno de los hermanos Alcaraz, fundadores de la marca. Y se familia va la cosa en materia de golosinas, bien vale decir que la oblea Tita es un homenaje de don Edelmiro Rhodesia a su esposa, Lidia Martínez de Terabusi. ¿De Terrabusi? Sí, pues la doña era su viuda, y tras la segunda viudez no tuvo mejor idea que vender la empresa de Rhodesia al primo de su ex marido: José Félix Terrabusi. Nobleza obliga, don José le rindió tributo al segundo esposo de Lidia –y creador de Tita– con la Rhodesia que hoy todos conocemos. ¡Así cada cual con su golosina! Y como si poco fuera, su única hija, Melba, también ligo lo suyo: unas tentadoras galletitas de chocolate.
Decodificando
La cosa se pone más difícil cuando el solo nombre de las golosinas arroja poco y nada a la imaginación. Así la cosa, las clásicas pastillas DRF fueron toda una incógnita. Aunque, en este caso, no remitían más que a su propio creador: don Darío Rodríguez de la Fuente. ¿Y qué hay del no menos popular Marroc? “Cuadradito” de pasta de maní y chocolate, poco arrojan sus ingredientes a la develación de su nombre. Para ello hay que recurrir a un diccionario catalán-español, y entender que “Marroc” quiere decir “Marruecos”. ¿Será que, como buen dulce de maní, fue introducido al país ibérico desde Marruecos, durante el predominio Moro? La ecuación cierra tanto como el sabor de esta delicia de importación; pero adoptada como propia. A fin de cuentas, amén de las denominaciones, paladar manda.
¿Será entonces que el éxito de las golosinas depende solito y solo del sabor? ¿O que, casi como un gol de carambola, quienes bautizaron cada una de estas golosinas la clavaron en el ángulo? Sea cual fuere la razón, desde estas líneas desnutrimos los mitos y rescatamos buenos viejos sabores. Siempre vigentes, como esos nombres que son todo ellos, y sus historias también.