En el patio de la casa, en los fondos de almacenes y pulperías, en los campos…Herrero a su herradura, sí, cada una de las cuales concebían yunque mediante. Mientras, en los citados escenarios, unos cuantos se frotaban las manos por aquellas otras que pasaban a mejor vida: gastadas, inútiles para el herraje de caballos, viejas herraduras supieron dar vida a su juego homónimo. ¿Qué si de suerte va el asunto? No del todo. Pase, apunte y vea.
Entre ceja y ceja
Un único objetivo en la mira y herraduras para tirar al techo. O mejor dicho, a la vara: un palo de hierro de 10 a 20 centímetros de alto, dueño de un inmaculado diámetro de 50. Sí, las únicas autorizadas a sobrevolar los aires de tal círculo son las herraduras. Lanzadores, atrás. Mucho más, atrás. En los papeles, de cinco a 10 metros. Aunque la práctica ha hecho de tal distancia un libre albedrío. ¡Todo sea por facilitar la ardua misión! Ni más ni menos que lanzar la herradura hacia la varilla, e introducirla en ella. Y si no se puede, pues al menos aproximarla lo más posible. ¿Técnicas? Cada cual con su librito, aunque el lanzamiento por debajo del hombro es condición sine qua non del éxito. Lo demás, concentración, puntería, precisión…y algo de buena fortuna. ¡Cómo no!
Haciendo números
De forma individual, en pareja o en grupos, los laureles de la victoria serán para quien o quienes alcancen los 50 puntos. Efectivamente, ninguna bicoca. Vea usted, por cada herradura introducida en la varilla se obtienen cinco puntos; mientras que todas aquellas que caigan dentro del diámetro sumarán tres. Para las que aterricen fuera de él o sobre la línea que lo delimita, cero. ¿Y si la herradura cae fuera, pero alcanza tocar la varilla? Un puntito de gracia. Vaya sumando amigo…y poniéndose en práctica, que los 50 se hacen cuesta arriba. Eso sí, nada de ventajeadas. Todos los concursantes deben de lanzar las mismas herraduras. No vaya a ser que diferencias de peso y/o tamaño marquen una pequeñita diferencia.
Con precedentes
Si de equinos herrajes maltrechos nació esta diversión, desde luego que las pampas han sido uno de sus escenarios predilectos. Aunque, se cree, el origen del juego de la herradura nos remonta a geografías y épocas mucho más lejanas. Al menos en lo que a su técnica refiere. De allí que el famoso “lanzamiento de disco” surja como un factible precedente. A fin de cuenta, esta prueba atlética consiste en lanzar e introducir el mentado disco en un ángulo de tierra de 40 grados. Pero si herraduras son lo que sobran, y gauchos con ganas de entretenerse, también, he aquí la popular versión que nos compete.
A sabiendas ya de su reglamento y demás minucias, sólo le resta empezar a entrenar. Pues la invitación a jugar, está hecha. ¿Algún herrero dispuesto a colaborar con la misión? Sin dudas, toda una gauchada.