Panza llena, corazón contento. ¡Y pura vitalidad para el espíritu! Vaya si así lo sabrán los paisanos de los campos de Belén, tierra catamarqueña desde la que hoy compartimos un plato de lo más potente y -como dicen los orgullosos oriundos del lugar- bien “beliche”. Así que si el otoño lo sorprende, falto de fuerzas y de capa caída, estimado parroquiano, este jigote resultará su mejor medicina. ¿La fórmula? Carne, pan casero, queso, huevo y cebolla. Ingredientes vitales de una receta energética y por demás sabrosa, esa que ha saciado el ragú de los jornaleros que trabajaban de sol a sol cuando los tiempos de “segada” o cosecha tocaban la puerta del almanaque. Calentito y al plato, el jigote supo ser la estrella de los ranchos de Belén, esos que aún encienden el fuego de sus hornos de barro para mantener viva la llama de su más tradicional reliquia culinaria. ¡No se quede con las ganas! Pase sin golpear y pruébelo nomás.
Con las propias manos
Dicen que nada más sabroso y nutritivo que la comida casera. Y allí supo residir el secreto del jigote. En cuanto a la carne, esta podía ser de vaca, cabra o del animal que pudiese conseguirse. La cuestión pasaba por cocerla vuelta y vuelta para que la mano de la propia cocinera la picara bien chiquita. Y nada de quesos industriales: principalmente de cabra, o también de vaca, el queso era hecho en casa; con leche ordeñada in situ. ¿Qué tal? Lo que se dice una verdadera obra maestra de la cocina. Claro que ya no es necesaria tamaña destreza culinaria para chuparse los dedos con un jigote. La carne picada ha comenzado a ser parte de la receta; y lo propio ha ocurrido con el queso, quien va de las góndolas derechito a la cocina. ¡Si hasta se lo puede llevar de nuestro almacén!
De capa en capa
- Carne picada (1kilo)
- Cebollas (2)
- Papa (1/2 kilo)
- Queso de cabra (1/2 kilo)
- Huevos (6)
- Pan (1/2 kilo)
- Agua y aceite en cantidad necesaria
- Sal, orégano, comino y pimentón a gusto
El primer paso consiste en preparar una suerte de sopa a base de agua -también puede ser caldo- y condimentos. Una vez que éstos últimos se hayan disuelto, dejar reposar. Por otro lado, colocar en una cacerola los ingredientes en capas. Tras cubrir el fondo con aceite, se comienza con una capa de cebolla cortada en rodajas, luego una de carne picada seguida de otra de papa, continuando con las capas de queso y huevo duro. Mientras tanto, se va rociando cada “piso” con la sopa previamente preparada. Finalmente se agrega la capa de pan en rebanadas. De acuerdo a las dimensiones de la fuente se pueden repetir las capas cuantas veces desee. Una vez listo se cocina al fuego, daño lugar así a una especie de lasagna. De hecho, una mayor cantidad de pimentón otorgará un tinte rojizo a la sopa que humedece la preparación. Aunque una posible variante consiste, precisamente, en reemplazar dicha sopa por salsa de tomate e, incluso, agregar capas de acelga a la “torre” de ingredientes.
Porque sobre gustos no hay nada escrito y, como ya sabemos, la imaginación es buena amiga de la cocina. Por lo pronto, desde estas líneas ya lo invitamos a hacer un jigote beliche, beliche. ¡Y a pegarse un viajecito por estos pagos catamarqueños!