¿Acaso es pequeña la boca suya? Más le vale ejercitar sus comisuras, que a la hora del mordisco, el lomito mete bravura. Jamón, queso, lechuga, tomate, huevo y mayonesa a gusto. Entre pan y pan, apretaditos y sin chistar, no hay mejor compañía para una figura estelar. Aquella que, aún en diminutivo, lejos está de chiquitear.
Todo un “ito”
El lomo es lomito, más bien por lo finito; pero no así por lo chiquito. Sólo que el sándwich resultante, célebre por lo rico, no ha podido más que adquirir el nombre su más codiciado ingrediente; un bifecito de lomo lisito, lisito. ¿Que si admite variantes? Cierto es que, apelando a su librito, no faltará quien prefiera un cuadril más sequito. Será cuestión de gusto nomás, porque de lo dietético, ya no se acuerda ni el más fresco tomatito. ¡Imagine la tierna carne bajo el calor de un huevo frito…! Que pegada la del lomito, tanto así que, en más de una cocina, ya es todo un hito.
Nacional y popular
¿Será en las cocinas sanjuaninas? ¿O en las mendocinas? Parece que la puja es cosa seria en cuyo, y ni le digo en Córdoba, allí donde la creación resulta tan propia que hasta se le ha dado apellido y todo. ¡El lomito cordobés ya es todo un clásico en los menús locales! Con decirle que aquellos pagos cuenta con afamadas e históricas “lomiterías” en su haber, completas expertas en el mentado sándwich. ¿Qué tal? Lo cierto es que, más allá de la eterna disputa en torno al aún inexacto origen de este sándwich, hay una verdad que no se discute: el lomito es cosa argenta, y a sabrosa honra.
A todo sabor
Claro que el paladar argentino es tan exigente como elocuente, vaya si lo hemos dicho ya. De modo que no faltarán las mil y una versiones del lomito más tradicional. Por ejemplo, ¿por qué no probar con panceta en lugar de jamón? ¿Y si al típico queso de feta lo suplantamos por un buen cheddar? ¿Qué tal sabría un roquefort o un provolone? Sobre gustos, no hay nada escrito. Mucho menos, si el caber entre dos rodajas de panes parece ser la única condición de quienes engalanen al lomito en cuestión. Y hablando de Roma… ¿pan francés o árabe? Los dos salen como piña, aunque el francés se lleva unos porotos más a la hora de la comparación. Por la crocantez, vio… Aunque si prefiere el árabe, por lo finito, tan a tono con el lomito, tan gaucho a la hora de evitar el empacho (con tamaño relleno, no se puede esperar menos), bien vale darle una tostadita.
Más o menos crocante, con más o menos miga, con o sin lechuga, con o sin tomate, con el queso que más le guste, con jamón o lo que venga. El lomito nunca lo dejará pagando. Suculento como pocos, es de las más simples y clásicas opciones si quedar pipón se trata; y se de activar la creatividad, también. Con el correr de estas líneas, ¿no ideó ya su lomito preferido? ¡No me diga que aún no despabilamos su imaginación! Lo que si estamos seguro de haber despertado, y sin distinción de horas, es su hambre. Y si es de lomito, misión cumplida. ¡Haga nomás, y que sea con provecho! Eso sí, hágase un rato para la sobremesa. ya está avisado.