Ortiga, planta con gusto no pica

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Por sobre atemorizar con su picor, la ortiga es nutrición que se traduce en sabor. Pase, lea y paladee un nuevo cultivo de nuestra huerta

Aunque Oriunda de Europa, la Ortiga ha conseguido naturalizarse a lo largo de América, sin distinción de climas. Es que, abundante y acaparadora como pocas, la Ortiga prolifera a troche y moche. No en vano, suele aparecer casual, a modo de maleza, en diferentes campos de cultivos, jardines y hasta huertas hogareñas. ¿Qué por casa cómo andamos? Pues con todo orgullo le hemos abierto parcela en nuestro techo verde, allí donde esta aromática de no más de 60cm de altura, tallo dentado y hojas puntudas tiene su buen merecido papel. Y aunque la urticaria que genera con solo tocarla es de temer, planta con gusto no pica. Sí, ese que nos damos al cultivarla, pues tras su poco común pero sabrosa incursión en las cocinas, se esconde su abanico de bondades nutritivas y medicinales. ¡Cómo no querer llevársela a la mesa!

A bondad suelta

Si le decimos que 100 gramos de ortiga aportan el 60% de calcio que se recomienda de consumo diario, suena bien, ¿verdad? Y lo cierto es que la cosa no termina allí, pues a la lista se suman la presencia de vitaminas A, B2, K (esos mismos 100 gramos cuadriplican la dosis requerida de ella), hierro, magnesio y ácido fólico. Un verdadero cóctel nutricional  que se traduce en acción antioxidante, prevención de anemia, disminución de la presión arterial y también de los niveles de azúcares en sangre; lo que la convierte en aliada de anémicos e hipertensos. Dolencias musculares y de lumbago también suele rendirse a sus efectos. Y si de cabelleras hablamos, la ortiga es ideal para tratar su caída, debilidad e incluso la caspa. Sí, estamos ante una dama combativa ante males varios, incluso en su propio territorio, pues extiende su batallar a la huerta. Ocurre que sus residuos orgánicos repelen plagas, ayudando a mantener sanas las plantas a su redor. ¿El único detalle a tener en cuenta? Le hemos dicho ya de su naturaleza acaparadora, por lo que debe cuidar que no prolifere en exceso. ¡La vida ya lo hará en torno a ella! Es que las hojas de ortiga cumplen el rol de alimento silvestre para muchas plantas de mariposa. Todo un plus para mantener el equilibrio y natural fluir del ecosistema.

Con todo gusto

Ortiga viene del latín urtica. Sí, por lo que, perteneciente a las familias de las urticáceas, su sensación en la piel es todo cuando asociemos a la urticaria. Pues sus pelos urticantes liberan una alcalina sustancia, responsable de la picazón, inflamación y enrojecimiento de la piel. Sin embargo, una vez cosechadas sus hojas, y aunque con los cuidados del caso, empieza lo bueno. Con apenas un hervor o lavándolas a potente chorro de agua fría, las hojas pierden su efecto “maléfico” y pueden ser ingeridas con tranquilidad, pues sí guardan consigo lo mejor que la ortiga tiene para darnos. Los brotes más pequeños, cuyas hojas resultan bien tiernas, resultan de hecho más gustosos y, a la vez, menos ásperos. Pudiendo incluso sustituir verduras, además de sentar presencia en salsas, sopas y rellenos. Al igual que la albahaca morada (otra pichona de nuestra huerta), se lleva de maravillas con nueces y piñones, a simple salteado. Pero también es opción para bebidas tales como jugos, licores y, cómo no, el té.  Ya sea con hojas frescas o secas, solo precisa una cucharadita por cada taza de agua (sin que ésta llegue a hervir) y dejar reposar la infusión entre cinco y diez minutos.

Porque si sarna con gusto no pica, ¡mucho menos la ortiga! Esa a la que invitamos a perderle el miedo y disfrutar como todo buen paladar manda. ¡Por estos lares l@ esperamos!