Pecarí de Collar, el equilibrista

FOTOTECA

De rol fundamental en la regeneración de bosques y el equilibrio ecológico, la continuidad del pecarí de collar transita por cuerda floja.

Pecarí de collar o chancho de monte para los amigos… Es que el Pecari tajacu pertenece a la familia de los cerdos silvestres o jabalíes americanos. Y cuando decimos, “americanos”, lo es en el más literal de los sentidos: desde el sur de Estados Unidos hasta el centro de Argentina, nuestro protagonista de la fecha no discrimina territorio; aunque enciende las alarmas con su escasez. Siendo en Argentina una especie de riesgo bajo o “potencialmente vulnerable”, más vale un rescate a tiempo que una pérdida sin remedio. Pues vaya si el pecarí de collar aporta la suyo al mundo…

Soy de aquí y soy de allá

Un verdadero todoterreno, ese es el pecarí de collar. Y es que este mamífero es capaz de adaptarse a ambientes desérticos así como a selvas húmedas; ya sea en la chatura de los llanos o hasta los 2400m de altura. Tan solo precisan de ecosistemas ciertamente boscosos a algunos cientos de hectáreas. Y aquí no termina la historia, pues, sociable a más no poder, no solo vive en grupos mixtos de alrededor de 10 ejemplares (aún pudiendo alcanzar los 30); sino que no esquiva en absoluto la presencia humana. Eso sí, lo suyo son las noches. El caer de la tarde o las primeras horas de la mañana también le sienta bien; así como las épocas lluvia, aquellas en las que se mantiene muy activo y en comunidad, en búsqueda de reverdecidas hierbas. Pues, sí, el pecarí de collar es omnívoro. Se alimenta tanto de raíces y frutos del suelo como de invertebrados y carroña. Siendo el desplazamiento una misión comandada por un macho adulto y capaz de ejercer dominio sobre el resto. Sin embargo, las hembras no se quedan atrás, mostrándose también dominantes sobre los machos aunque no así sobre el grupo. En definitiva, lo suyo es un tú a tú, sin achique de por medio.

SOS Pecarí

Con un período de gestación que va de los 112 a los 116 días, el pecarí de collar tiene solo dos crías por camada. Y si el peligro acecha sobre él, los números no cierran. Ya sea un peligro llamado “caza”, tanto para aprovechar su carne comestible como su cuero, u otro de nombre “tala”, dada la consecuente reducción de zonas arbustivas en las que el pecarí se alimenta. De allí que la continuidad de la especie no sea un tema de preocupación menor. Si bien Argentina cuenta aún con poblaciones abundantes, cierto es que el pecarí ya se encuentra extinto en varias regiones. Tal es el caso de la provincia de Corrientes, Entre Ríos, el suroeste de Santiago del Estero y el sur de Córdoba. Sin embrago, ya se han tomado cartas en el asunto. Y la partida augura ser exitosa.

En cadena

Repoblación mediante, a través de pecaríes donados por instituciones y provincias en las que aún abundan, la conservación de la especie es posible. Y de tantas otras más también. Tan simplemente porque, si de naturaleza hablamos, nada es sí mismo sin componer un todo. Y en ese “todo” el pecarí de collar cumple un rol fundamental a nivel ecológico: es uno de los principales transportadores de frutos silvestres del norte argentino; convirtiéndose así en dispersor de semillas, un rol vital para la regeneración de los bosques. A lo que, desde luego, se suma su papel en la cadena alimentaria de cada ecosistema que componen.

Porque la conciencia ante todo, desde éstas líneas nos hacemos eco. Trabajador silencioso de nuestra tierra, de bajo y tantas veces desconocido perfil, partícipe indiscutido de un entorno que procuramos sano, sustentable; el pecarí de collar tiene mucho por hacer en el Planta. Innegable que nosotros, mucho que decir de él. Tanto como aquí intentamos compartirle. Y vaya si nos complace…