“Ya bosteza el comienzo del día /La resaca ya vuelve del viaje / Ya los ecos del viejo festín / Cabeceando se toman el raje (…)” Ya lo dice Alfredo Rubín, en su tango Reina Noche; que las borracheras se gestan bajo la luna, pero que al alba aún laten secuelas de tanto derroche. Resaca, cruda, goma, ratón, caña, guayabo, o como la jerga latinoamericana que guste haya decidido bautizarla. Esta dama indeseable siempre está allí, al pie del cañón, para que, consumada la borrachera, pensar, andar, y hasta bostezar nos cueste un vagón ¡Bajame la persiana! Quien pudiera levantarse mañana…Si es que doña resaca nos concede el intento de pegar las pestañas.
Bajamar
¿He dicho “resaca”? Pues sí, tal y como suena. Sólo que si nos remitimos al origen etimológico del asunto, habremos de toparnos con cuestiones más bien geográficas; y no así etílicas. La primera acepción que le cabe al término “resaca” alude al movimiento de retroceso de la marea. Aquel que, dicho sea de paso, suele dejar las orillas pobladas de residuos que la propia mar arrastrar consigo durante la crecida. Pues bien podemos decir que, tras una buena curda, cuando el alcohol y sus efectos ya se han retirado, lindo paquete residual es el que queda en nuestro cuerpito. Cansancio, mareos, debilidad, tembleque, inestabilidad, sed y hasta falta de memoria. Completito el combo, ¿vio? Así que más que bolsa de residuos, para quitarnos todos estos síntomas de encima, precisamos una bolsa de consorcio. No me diga nada, ahora que está usted lúcido y limpito, se dispara en su cabeza la pregunta del millón: ¿qué relación tienen todos estos malestares con el alcohol? O, mejor dicho ¿por qué se manifiestan una vez que el alcohol ya no corre por nuestras venas ni arterias?
Fondo negro
Continuando con el paralelismo entre la post-borrachera y la bajamar, así instalado por el título que nuestra Madre Patria, España, ha decido otorgarle a la tan desagradable resaca de alcohol, bien podemos decir que, más que residuos, los síntomas que la definen son meros efectos secundarios; mientras que los desechos son, en verdad, aquellas sustancias que los provocan, las bien llamadas congéneres, pues su origen reside en el propio alcohol ingerido. Es decir, cada vez que tomamos bebidas alcohólicas, nuestro hígado se encargará de metabolizarlo, dando origen, entre otras sustancias, al acetaldehído, principal responsable de que doña resaca y sus efectos aparezcan en acción, con enrojecimiento de rostro incluido. ¡De allí la clásica imagen del borrachín con la napia colorada! ¿Qué si hace falta vaciarse hasta los floreros para verse como tal? Pues no. Y aquí va un pequeño secretillo: las sustancias congéneres se encuentran con mayor proporción en las bebidas menos destiladas y de color más oscuro. ¿Vio que suele decirse que las bebidas blancas “pegan” más? Fin del mito. Si hiciéramos un ranking de las bebidas que mayor y más potente resaca generan, este estaría encabezado por el brandi, seguido por el vino tinto y, en tercer lugar, por el ron. El whisky, el vino blanco, la ginebra y el vodka, en ese orden, corren por detrás.
Golpe de efecto
Lo cierto es que, entre copas y ñatas sonrojadas, quien tampoco detiene su marcha es el hígado. Lo pobre continúa metabolizando alcoholes y vaya si se toma su buen tiempo para hacerlo; por no decir horas. El pequeño detalle es que, mientras ello sucede, el organismo consume vitaminas -en especial B y C-, zinc y potasio. A lo que se suma el “gran escape” de glucosa por vía renal. ¿No lo sabía? ¡El alcohol tiene gran poder diurético! Por lo que, cual efecto dominó, las células comienzan a experimentar una especie de deshidratación frente al que reaccionan de modos bien diferentes: las células nerviosas, por ejemplo, responden con los clásicos dolores de cabeza; mientras que las gastrointestinales lo hacen con las recurrentes náuseas. La pregunta es, ¿hay algo que podamos hacer frente a ello? Pues si usted tiene ganas de brindar hasta que las velas no ardan, aquí le regalamos algunos consejos con los que contrarrestar los famosos daños colaterales de tamaña ingesta. Dicho en criollo: la vieja y conocida resaca.
Pasando la escoba
Pues si con deshidratación a cuestas viene el asunto, bienvenida sea el agua. Agua y más agua. Antes de empezar con los “chin-chines”, entre copa y copa, y después. Así es, aunque esté partido en el catre, dele al agua duro y parejo. Eso sí, en medio de tanto líquido, trate de distraer al estómago con algún sólido. Cualquier ingesta alcohólica le sentará mejor con la panza llena. ¿Qué comemos? Recuerde que la glucosa se las toma rapidito, rapidito de nuestro organismo; así que, si de cena se trata, procure unas buenas pastas o cualquier otra comida rica en carbohidratos. Y para el postre, o aún fuera de toda cena formal, nada mejor que el chocolate. Olvide la balanza y apúntele sin culpas al azúcar. En este sentido, los caramelos también son buenos aliados ¿Y qué hacemos con el potasio y las vitaminas perdidas? Cual si fuera un deportista de alto rendimiento, recurra a bebidas isotónicas, ricas en sales y minerales. Por qué no una sopita o jugos frutales. ¿Es usted goloso? Tiene todo el permiso para un buen licuado de bananas, rico en vitamina B. Por las dudas, procure no mandarse todo junto porque, más que colaborar con su cuerpo para arrancar el día, lo estará condenando a una pachorra sin igual. A no desesperar, todavía falta una etapa más del shock anti resaca: una ducha caliente lo ayudará a eliminar toxinas, y si la culmina con un golpe de agua fría, su circulación se lo agradecerá. Abra las ventanas y ventílese con aire puro. Que para impurezas, ya ha habido suficiente.
Aunque, como dicen por ahí, calavera no chilla. Pues, en noches de pleamar, bien vale la pena alzar las copas y no dejar de brindar.