Que si llueve y sale mate, es con tortas fritas. Claro que en los pagos de Cuyo, allí bien cerca de la cordillera, la cosa es un poco distinta. Sí, un poco nomás, porque las sopaipillas que aquí nos convocan tiene un estrecho parecido con las ya mentadas tortas fritas. Y que el mal clima no es la excusa perfecta para saborearlas, puesto que hasta los más diáfanos cielos cuyanos son testigos de su fidelidad para con el mate. Veamos de qué van estas buenas mozas.
Camino al andar
“Sopaipillas”, nombre confuso y extraño. Aunque la etimología habla por sí sola: proveniente del mozárabe “xopaipa”, es decir, “masa frita”, las sopaipillas no serían más que un diminutivo españolizado. Pues que en las tierras de la Madre Patria corren a lo bonzo. Más precisamente, en Andalucía, debido a la influencia musulmana que experimentó la región. De allí que las sopaipillas también cruzaran el océano junto a los conquistadores, afincándose también en Perú, Chile y, por efecto, de este lado de los Andes, en la región de Cuyo. Sin embargo, cada sopaipilla tiene su propia fórmula, y las cuyanas no están exentas de lo dicho.
Manos a la masa
- 4 tazas de harina común
- 4 cucharadas de manteca
- 2 cucharaditas de polvo de hornear
- 1 cucharadita de sal
- 1 ½ taza de agua
- 2 tazas de aceite para freír
Tome un bol o cacerola y mezcle la harina, el polvo de hornear, la sal y la manteca. Agregue agua y mezcle nuevamente, hasta dar con una masa suave. Tape y deje reposar durante 20 minutos.
Transcurrido el tiempo, estire la masa en una superficie enharinada (procure que no quede muy delgada, cosa de que no se rompa al cortar los discos) y proceda a recortarla en círculos.
Caliente el aceite para freír a 190º y proceda a la cocción de los discos hasta que estén dorados. ¿Algo más? Simplemente secarlos en papel absorbente mientras hace marchar los mates. Porque llueva, nieve, truene o solee, para las sopaipillas, siempre hay excusa que valga.