El acento ya no solo se reconoce; sino que resulta familiar, propio de los sonidos que componen el vocifero de esta Buenos Aires querida, de su voz cosmopolita. Y razones no faltan… Desde 2018, Venezuela pisa fuerte en suelo nacional, habiendo más que duplicado su número de recién llegados, de radicaciones –temporarias o permanentes– de las que éstos se han hecho hacedores para habitar y reformular su vida por estos lares. Tierra que, de alguna manera, han sazonado con el sabor de la propia.
Primeros pasos
Claro que la cosa no se presenta fácil. De acuerdo a las estadísticas de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), el 70% de los 200 mil inmigrantes de Venezuela que residen en Argentina lo hacen dependiendo de un trabajo informal. Una mayoría que también se reitera en su estrategia de supervivencia: el “centro” de Buenos Aires es el punto de aterrizaje, allí donde los accesos, la proliferación de alojamientos y núcleos de actividad comercial se ofrecen como el más seguro de los terrenos en que hacer pie. Luego, ya con algunas rutinas laborales en su haber, asoma la posibilidad de mudarse, de habitar la Buenos Aires más puramente residencial, de intentar forjar un día a día propio. Menuda tarea en la que los hijos de Venezuela no están solos…
La unión hace la patria
Fue un grupo de venezolanos ya residentes en el país y de argentinos con pasado residencial en Venezuela aquel que, allá por 1998, ideó la Asociación de Venezolanos en Argentina (ASOVEN), constituyéndola legalmente un año después. ¿Objetivos? Muchos, y de los buenos. Entre ellos, dar vida a un espacio en el que apoyar los proyectos de los venezolanos aquí residentes, brindar información sobre eventos y espacios de participación cultural y, por sobre todas las cosas, aunarse y compartir esa alegría, esa música y ese sabor tan propio de Venezuela. Todo cuanto la hace perceptiblemente viva aun más allá de sus fronteras.
Con sabor propio
Viva, con aromas y sazón propios. Con historias que se aglutinan en ingredientes, cocciones, utensilios y manos puestas al servicio del sabor. Así es como la cocina venezolana no solo ha alivianado la nostalgia los paladares que la han mamado; sino que ha conquistado el de los argentinos que a ella se han atrevido sin más, atraídos por su prometedor recetario. Aquel que, poco a poco, se incorpora en la escena gastronómica argentina cuál jugador local. Las arepas, a base de harina de maíz precocida, parecen llevar las de ganar: simples o rellenas de ingredientes varios, tienen el visto bueno nacional desde hace tiempo. Algo menos conocidas, en tanto de más dificultosa preparación, las cachapas –una suerte de crepes a base de maíz– no escatiman tentación: también se rellenan, ya sea con queso o pollo. ¿Algo de trigo a la vista? Pues allí están los tequeños (¿originarios de Los Teques, ciudad capital del Estado Miranda?). Elaborados con masa de harina de trigo frita y, fundamentalmente, rellena de queso, poco a poco van ganando sitio y popularidad nacional.
Ya lo decía el gran Federico García Lorca, profeta español por estas tierras: “¿por qué se ha de emplear siempre la vista y no el olfato el gusto para estudiar una ciudad?”. Y lo propio para un país… Pues, aunque lejos de nuestra retina, Venezuela y su encantadora tierra aquí están. Sentidos mediante, grata la inmensa oportunidad de descubrirla.