Arqueología en la pulpería, o el que busca encuentra

FOTOTECA

¿Sabe usted que más de un siglo de historia yace bajo sus pies cada vez que visita la pulpería? Arqueología mediante, aquí lo rescatamos.

Los años pasan, la historia se escribe, se reconstruye, y sus testigos quedan. No los de carne y hueso, pues esos también pasan. Sino los que, tantas veces sepultados por el olvido, por el ímpetu renovador de la modernidad y toda promesa adjunta a la novedad, yacen en el silencio de lo no dicho. ¿Qué cree usted que diría cada rincón de nuestra casona, del suelo que cimienta a nuestros queridos lares? Más vale oír y no quedarse con la duda. Pues, arqueología mediante, vaya si hay parla de la linda…

Una historia constructiva

La casona de Defensa 1344 fue construida 1860. Así lo demuestra el Catastro de la ciudad de Buenos Aires, del ingeniero Pedro Beare, de 1861. Por lo que vaya pensando los casi dos siglos con los que se topa de narices al cruzar su umbral. Claro que para ese entonces las dimensiones eran otras: la casona formaba parte de una propiedad que abarcaba las dos casas contiguas hacia el norte, un gran terreno con una pequeña construcción hacia el sur y otro terreno baldío hacia el este. Sin embargo, el inmueble conserva al menos los dos primeros cuerpos, cuyas mayores modificaciones fueron realizadas en los fondos, más que nada por cuestiones de funcionalidad. De hecho, es precisamente para 1890, cuando se instala el servicio de aguas corrientes en la ciudad, que el plano de Aguas Argentinas arroja la presencia dos patios, en vez de tres, como aparecía en 1861. De modo que, para reconstruir el transcurso de la vida en la casona, no ha habido mejor pista inicial que la de, valga la retórica, su propia historia constructiva. Plano sobre plano, el viaje en el tiempo fue posible. La arqueología, su mejor compañera.

Suelo abajo

¿Y por dónde comenzar a bucear sino bajo superficie? Considerando tanto los patios como el interior de las habitaciones, se excavaron un total de ocho cuadrículas de 1m x 1m. A cobijo de los techos, se recuperó así un piso de baldosas calcáreas y hasta dimos con una fosa, pues, en algún momento, la casa se utilizó como taller mecánico.

Por el lado de los patios también hubo lo suyo: se detectaron pisos originales de ladrillo y la presencia de tres estructuras subterráneas. En el primer patio, una estructura que figuraba en el plano de 1890. ¿Imagina de qué se trata? Sí, sí, el aljibe de agua, con sus respectivos canales y huellas de poste. Mientras que en el segundo patio, al levantar el piso de cemento y retirar el relleno que lo sostenía, se detectaron estructuras subterráneas. En todos los casos, y para festín de la arqueología, con su buen popurrí de vestigios a cuestas. O en sus fondos…

En pedacitos

Los materiales hallados van desde metales y cerámicas hasta restos óseos y vidrios. ¿Más detalles de su índole? Entre los juguetes y demás objetos de infancia, “el” soldadito de plomo. ¿Lo recuerda? Literatura y pluma de Andersen obligan, “en marcha con uniforme de pantalón rojo y chaqueta azul, ajustada a la cintura; mirada al frente y fusil sobre el hombro…”. Y hay más, porque el tono negro del soldado en sí, más allá de su uniforme, le sugiere una identidad afro, algo muy común en los ejércitos locales para los pretéritos tiempos porteños. ¡Se trata nada menos que del primer soldadito del que se tiene reporte en 30 años de excavaciones en la ciudad!  ¿Vio que, amén de su tamaño, no es cosa menor? Así como tampoco la moneda de Carlos IV, fechada en 1805 y hallada en el interior del aljibe ¿Motivos? De acuerdo a estudios de arqueometalurgia, elementos metálicos que la constituyen no se corresponden con los que se usaban para acuñar este tipo de monedas; por lo que se trataría de una falsificación de la época. ¿Qué tal?

Mensaje en una botella

Y si de piezas, pedacitos o añicos va el asunto, en materia de cerámicos, las lozas no se anduvieron con chiquitas a la hora de la arqueología. Aunque lo más curioso ha resultado develar su origen. Acudiendo a los sellos de fábrica de algunos de los fragmentos, se identificaron procedencias holandesas, inglesas y hasta belgas. Porque el buen gusto en la mesa ante todo, platos, tazas, jarras y alguna que otra rareza, como ser contenedores de pasta de anchoas, constituyen la fragmentaria vajilla hallada. Y hubo más, porque también le hemos hablado de las botellas de gres, siendo algunos de sus trozos originarios de las escocesas cervezas Kennedy y otros correspondientes a envases de ginebra. ¡Ojo que el vino también dijo presente! Así como un ejemplar de botella de la austríaca agua mineral Carlsbad, famosa para los años 1880-1890 por sus propiedades medicinales. Tal vez, llegada a suelo nacional a través de la planta de fabricación que Carlsbad poseía en Estados Unidos. Lo que se dice, un lujo sobre la mesa.

Como pez en el río

Lisa, corvina rubia y anguila. Lo cierto es que, dado los restos de los peces hallados, su consumo asoma como una rareza para la arqueología urbana, ya que nunca antes se habían detectado en otros sitios Buenos Aires. En especial la corvina rubia, puesto que, dada la edad adulta revelada, no era común que frecuentara las más bajas aguas rioplatenses, próximas a las orillas y donde era común la práctica de pesca con red. ¿Y cómo es que ha sido posible detectar la adultez de las corvinas consumidas? Pues por otra reliquia de la que también le hemos hablado: los otolitos. Una estructura calcárea ubicada en el oído interno de peces óseos que posee, además de científico, el añadido valor de amuleto. Porque aunque la suerte no arroje pruebas de su existencia, que la hay… la hay.

¿Vio todo lo que nuestros pagos tenían para contarle? Imagine pues, todo lo que tienen para mostrarle. Por lo pronto, al suave relato de lo dicho, sobrevuela la indefectible incógnita. ¿Será que en Defensa 1344, alguna pudiente familia resistió intramuros los coletazos históricos y no abandonó el Sur como sí lo han hecho tantas otras? Por si acaso, a pie firme hacemos lo propio. Porque la historia se hace de constantes presentes, y, día a día, volvemos a elegir el propio. Ese del que usted también es parte y por sobre cegar la historia, la rescata. Arqueología de por medio, vaya si ha sido y continúa siendo posible.