Alfeñique, con un nudo en la garganta

FOTOTECA

¿Tensión, ansias? Nada de eso, el alfeñique es el más dulce de los nudos que habrá de pasar por su garganta. ABC de un caramelo retorcido.

Mire que podría haber salido redondito, rectangular, ovalado…Pero no, el muy retorcido tenía que ser anudado. Claro, sus aires de difícil son pura apariencia, pues caer rendido a las mieles de su dulzura, y en literal sentido, es cosa por demás sencilla. ¿De quién hablamos? Del caramelo estrella de los pagos tucumanos. Con ustedes, el alfeñique.

Meloso, meloso

Todo un clásico del NOA en materia de golosinas, el alfeñique es digno hijo de una de las industrias amas y señoras de aquellas tierras: la azucarera. Ocurre que el secreto de su sabor reside en la miel de caña, producto resultante de la cocción del jugo de caña de azúcar. Tan afecta a acompañar quesillos y postres, la miel de caña también puede oficiar de ingrediente madre, y en una delicia tan diminuta como poderosa, si de sabor hablamos. ¿Cuál es la razón de aquella anudada fisonomía? La misma viene de larga data, pues los alfeñiques hallan su raíz en territorio español, donde ya se elaboraban confituras de forma retorcida. Lo demás es historia deducida: tal dulce tradición se ha ido propagando por Hispanoamérica, y el suelo nacional no ha sido la excepción.

A retorcer se ha dicho

¿Alguna vez ha probado un alfeñique? Si así no lo hacho, no me diga que el simpaticón aspecto que luce tras su transparente envoltorio de celofán no lo tienta…Suponiendo un sí como respuesta, sepa que nuestra intención no es dejarlo con las ganas, ni mucho menos. Vea usted, si Tucumán está un poco lejos de su rancho, aquí le compartimos una receta de alfeñiques bien sencilla. Tome nota.

  • Azúcar (1 ½ kilo)
  • Clara de huevo (una)
  • Miel de caña (una cucharadita)
  • Aceite de oliva (una cucharadita)
  • Esencia de vainilla (½ cucharadita)
  • Azúcar impalpable a gusto

Mezcle el azúcar, la clara de huevo, la miel de caña, el aceite de oliva y la esencia de vainilla en un recipiente con agua suficiente como para obtener un almíbar. Cocine a fuego fuerte hasta que la preparación se torne oscura y tome espesura, sin que llegue a endurecerse. Retire del fuego y vierta el contenido sobre una superficie húmeda. Deje que enfríe un poco y, previo humedecimiento de manos, estire y amase en forma continua, hasta que la preparación adquiera un color más claro, tipo caramelo o ámbar. Luego, corte en tiras y comience a retorcer o anudar. Espolvoree con azúcar impalpable.

No me diga nada, está pensando que lo más trabajoso resultará anudar tira por tira. ¡Sarna con gusto no pica! Que si  bien dispuesto está a paladear esta dulzura, póngale su mejor voluntad. A fin de cuentas, si no sale retorcido, no vale. No, señor, ¡sin nudo no hay alfeñique!