Anchi, un postre bien polenta

FOTOTECA

Desde el noroeste argentino, el Anchi sorprende con su audaz propuesta: polenta y frutos a la hora del postre. Para degustar y repetir.

¿Alguna vez pensó que la harina de maíz podía concebir una delicia dulce? Si así no lo ha hecho, sepa que no se trata de ninguna locura. ¡Bien lo saben en los pagos salteños! Allí donde, a la hora de los postres, el Anchi es cosa seria. Vaya preparando el desembarco a su mesa…

 

Amplio aspecto

Polenta vieja y querida… ¿Quién no tiene un paquete de harina de maíz en su alacena, listo para ser lanzado a la cacerola? Y he allí el quid de este típico postre norteño. Ese que, por cierto, así como la propia polenta, usted bien puede preparar a gusto: blando, bien sólido, tipo caramelizado, o “bien chuyo”, como le dicen en sus pagos natales, es decir, cual sopa espesa, casi líquido. Y aquí no termina la historia, pues, así como en materia de texturas no hay nada escrito, tampoco en cuestiones de temperatura. El anchi puede servirse humeante, tibio, frío y de otra cuanta manera a usted se le plazca.

 

Todas las variantes, todas

Nada nuevo bajo el sol, ¿verdad? Hasta aquí, no hay diferencia alguna con la preparación de un buen plato de polenta. Más sólo hasta aquí. Lejos del el baño de salsa de tomates, el anchi propone un toque de azúcar y la grata compañía de frutos disecados (tales como uvas, pelones o duraznos, los famosos “orejones”), así como de frutas frescas. Incluso, se lo puede rematar con miel de caña. De allí el mote de “postre”, por más que su ingrediente base responda a un plato salado… ¡y qué plato! El hecho es que toda posible resistencia acaba tras la primera cucharada, o luego del primer bocado, puesto que al anchi también admite cuchillo y tenedor. Todo depende de las mencionadas variantes, y de la época del año, claro: en invierno, nada mejor que un anchi acuoso y bien caliente; mientras que al verano mejor le sienta un anchi frío y sólido –o, al menos, cremoso–, listo para ser cortado en cubos. Las frutas de estación también pueden hacer la diferencia a la hora de la dulzura, por lo que el anchi es pura ductilidad al servicio del paladar.

Manos a la olla

  • ½ kg de harina de maíz
  • ¼ kg de azúcar
  • 2 litros de agua / leche
  • Jugo de 2 o 3 limones / naranjas
  • 1 ramita de canela
  • Frutos disecados o frutas frescas a gusto

¿Anda en busca de su propio anchi? Comience por colocar el agua –o la leche– junto con el azúcar y la canela en una cacerola. Lleve a hervor y agregue entonces la harina de maíz. Recuerdo hacerlo en forma de lluvia, revolviendo el contenido con una cuchara de madera, cosa de evitar grumos.

Procure agregar más agua o leche en la medida en que desee una textura más ligera, y continúe revolviendo hasta que la polenta esté cocida. Incorpore entonces el jugo de limón o naranja (puede ser un mix de ambos) y las frutos elegidos. ¿Desea aprovechar las cáscaras de los cítricos utilizados? Puede rallarlas en la cantidad que guste. A fin de cuentas, no debe olvidar, ¡usted es el hacedor de su propi anchi! Y él sabrá compensar toda creatividad. Su paladar, por su parte, bien se lo agradecerá.

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