Libros y más libros, también discos y películas. Sin embargo, quien nunca deja de darse cita en el antiguo Cine teatro Grand Splendid es la historia. Hoy devenido en librería (¡la más grande de Sudamérica!), lo suyo es mucho más que supervivencia. Porque lo suyo fue gloria: la primicia del cine sonoro, el tango en sus ya depurados y brillantes años, y unas tablas de lujo a las que la tragedia y la comedia sacaron merecido lustre. Vaya si la función debía continuar. Vaya si cruzar el umbral de esta perla urbana sigue siendo una invitación a revivir aquellos tiempos dorados. Dos mil metros cuadrados que, entre narrativa y poesía, ficción y no ficción; entre jazz, pop, rock y hasta música clásica, el arte sigue tocando. ¿Gusta responder a su llamado?
Una historia espléndida
Agosto de 1914. Sí, sí. Más de medio siglo atrás. Hacia allí nos dirigimos para encontrarnos con un viejo amigo de la casa. ¡Quién te ha visto y quién te vuelve a ver Max Glücksmann! Como ya le hemos contado, el austríaco fue un as del séptimo arte por estos pagos. Y es que de la mano de su compinche, Eugenio Py, abrió el abanico de la industria cinematográfica en nuestro país, inaugurando salas de cine a troche y moche. Entre ellas, el Splendid Theatre, ubicado en avenida Santa Fe al 1848, casi esquina Callao. ¿Y adivine cómo lo fue? Éxito rotundo. De modo que el bueno de Glücksmann fue por más: el Gran Splendid Theatre. Algo así como una prolongación del primitivo, sobre el casi vecino solar de Santa Fe al 1860; aunque puesto a todo trapo. Por cierto, era aquel un reducto con historia ya labrada: había funcionado allí el Teatro Nacional Norte, así llamado para diferenciarse del Teatro Nacional a secas, de pie en el centro porteño. Pero lo cierto es que los planes de Glüksmann iban mucho más allá. Lo que se dice, leer para creer. Continuamos…
Lujito porteño
El Cine Teatro Grand Splendid contó entonces con una platea para hasta 500 personas. Además de cuatro hileras de palcos al mejor estilo del Colón. Por cuanto la capacidad total ascendía a los 900 espectadores. Sí, grandiosidad, refinamiento pero también el modernismo del caso. Porque para ser una sala de primera tenía que tener sus diferenciales: estructura de cemento armado a prueba de fuego, sala de primeros auxilios, equipos de calefacción y refrigeración el sótano, y como frutilla de tanto confort, camarines con todos los chiches. ¿Una perlita más? Su techo corredizo para las funciones de verano en la maravillosa cúpula. Por cierto, pintada en 1919 de manos del artista italiano Nazareno Orlandi, con motivos que remiten a la paz por el fin de la Primera Guerra Mundial. Ahora sí, pues… ¡arriba el telón! Y nunca tan bien dicho, pues la actividad pionera del Cine Teatro Grand Splendid fue el teatro, con presentaciones emblemáticas de la época. Le siguieron obras de ballet, óperas y, cómo no, el 2×4 nuestro de cada día, con las nuevas voces que empezaban a agitar el avispero del género. ¿Y si le decimos que Carlitos Gardel grabó buena parte de su obra en este espléndido reducto?
Todas las voces todas
El caso fue que el último piso del Cine Teatro Grand Splendid comenzó a funcionar como estudio de grabación en 1921. Y así lo hizo hasta 1930. Tiempos en los que “el zorzal” dio libre cielo a su canto y cinta a sus canciones por aquel reducto. En más, dicen que dicen, el propio Glüksman enseño a Gardel a obtener una mayor potencia vocal. ¿El secreto del austríaco? Que Carlitos se parara detrás de una silla para tomarse con las manos del respaldo y así expandir su caja torácica. ¿Qué tal? Sí que el bueno de Max estaba en todas… Y como lo suyo siempre fue el cine, pues cine hubo por aquellos lares, de estreno en estreno desde 1926. De hecho, el Cine Teatro Grand Splendid fue un pionero del cine sonoro al proyectar, ya para 1929, The Divine Lady, con Corinne Griffith. ¿Algo más? Claro que sí: la radio. ¡A ver a quién no se le pianta un lagrimón al recordar a la vieja y querida Radio Splendid! En el mismo estudio frecuentado por Gardel (y que aún se conserva aunque sin acceso al público), las transmisiones radiales comenzaron en 1923, manteniéndose firme en el dial hasta el 1 de octubre de 1929.
Por siempre Grand Splendid
¿Y qué fue del Cine Teatro Grand Splendid a partir de la crítica década del ’30? Tal como sucedió con tantas otras salas, comenzó un declive progresivo. Tanto así que, tras bajar definitivamente el telón de su escenario en los años ’80, redujo su actividad exclusivamente al cine. Pero la programación también llegó a su fin en a fines del siglo XX. ¿Cuál sería su destino entonces? ¿Acaso aquel que, con amargura, tomó por anunciado asalto a los viejos y queridos cines de la peatonal Lavalle o el mismísimo Odeón? Bien podría haber seguido los primeros pasos de éste último y devenir en estacionamiento, pero el rescate llegó a tiempo. El Grupo ILHSA, propietario de la cadena Yenny, se hizo cargo del edificio y apostó por la puesta en valor del edificio, conservando la estructura original. Ya no hay butacas sino bibliotecas, estanterías repletas de palabras, música, canto. Todo cuanto supo habitar el Cine Teatro Grand Splendid en sus mejores tiempos, y que de este modo ha regresado para quedarse.
Porque como le hemos dicho al principio de estas líneas, el arte sigue tocando. Acaso su propia partitura en una función interminable. Más también la puerta para de sí seguir alimentándonos. Melóman@s, cinéfil@s, lectores ávid@s, curios@s o simplemente nostálgic@s, están tod@s invitad@s.