Coihue, el huésped patagónico

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Oriundo de la Patagonia, el coihue alberga a los famosos hongos llao llao. Y en nuestro techo verde, su bien ganado lugar le damos.

Coihue para los amigos, como un genérico del boca a boca. Aunque en idioma mapuche, el Koihue con “k” invierte sus sílabas para explicarse a sí mismo: “Hue”, lugar; “ko”, mucha agua. Y es que el coihue, este árbol emblema de la Patagonia, no es capaz de habitar sino en suelos donde reine la humedad. Así es como, a este lado de la cordillera, el coihue dice presente en cuencas lacustres de las provincias de Neuquén y Chubut. ¿Y por Buenos Aires, cómo andamos? Pues vaya sabiendo que, a nuestro techo verde, lo convocamos…

Bajo la lupa

Cierto es que el coihue tiene los suyo. Para empezar, el poder germinativo de sus semillas no es lo más de lo más. Por cuanto unos 45 días de remojo le calzan como anillo al dedo. ¿La mejor época para su cosecha? Los inicios del otoño, para sembrar luego en cantidad, a poca profundidad y, lo dicho, en tierra bien húmeda. Claro que sus flores son menester de la primavera. Poco visibles, casi que mimetizadas en su verde amarillento con las hojas perennes y aserradas del árbol, miden menos de 5 milímetros de longitud. Sí, toda una diminutez para este gigante que, en generosa superficie, puede alcanzar los 35 o 40 metros de altura. Y ojo que, en anchura, el coihue tampoco escatima, sino que extiende sus típicas ramas aplanadas desde el agrietado tronco que lo caracteriza en su adultez, proporcionando su buena sombra en redor. Sin embargo, aunque pequeñitas, las flores tiene su virtud: de ellas deriva el aquenio o fruto seco del coihue. Similar a una semilla de girasol, la discreción también está a la orden del día para éste. Por cuanto es muy común que suela confundírselo con quien gana todo el protagonismo en la superficie del coihue. ¿Le suena, acaso, la expresión “llao llao”?

Huésped de lujo

Si es que está pensando en el histórico hotel de los pagos de Bariloche, no está tan lejos de la respuesta. Pues que éste ha tomado su nombre de los llao llao a los que la naturaleza dio vida por aquellas zonas. Una vez más, en lengua mapuche: “dulce, dulce”. Se trata del hongo científicamente llamado Cyttaria harioti, o más comúnmente conocido como “pan del indio”, el cual crece en los árboles cordilleranos tanto de Argentina como de Chile. Entre ello, el Coihue. Al ser un hongo parásito, suelen ser los “nudos” presentes en el tronco la huella de la defensa que los árboles han establecido frente a ellos. Claro que, por nuestra parte, es posible disfrutarlos a barreras bajas. Sí, señor@s, son comestibles. Dueños de un sabor dulzón, los mapuches los utilizaban para crear su propia versión de la chicha. Primos de los Cyttaria darwinii (en honor a Charles Darwin, quien los recogió en Tierra del Fuego allá por 1832), se diferencian de éstas por su color anaranjado frente al blancuzco de los segundos.

Así es como el Coihue es mucho más que el coihue. Más también mucho más que los llao llao que en él habitan. Pues, por sobre todo, es un árbol nativo. Y bajo dicha condición es que el reproducirlo en su propia tierra, en su propia patria, no sea sino un modo de acompañar su continuidad, de resguardarlo ante su vulnerabilidad. Desde éstas líneas, la grata tarea de darlo a conocer, acaso una buena manera de comenzar a, sobre su viva presencia, compartir y concientizar.

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