Arquitecta, urbanista, brutalista… A Ítala Fulvia Villa no le faltó nada. O sí: ser mujer, que para aquellos tiempos suyos no era poca cosa si de acompañar rótulos como los dichos se trataba. Pero es que ella, una de las primeras mujeres arquitectas nacidas en suelo nacional, no se andaría con chiquitas. Y Sexto Panteón del Cementerio de la Chacarita, joya arquitectónica solapada por le desmemoria, el desconocimiento y su para nada “feliz” utilidad funeraria, fue mucho más que un botón de muestra. Acaso su mejor traje: la pilcha de su consagración.
Ida y vuelta
Una, dos, tres… seis. Allá por 1935, Ítala Fulvia fue la sexta mujer en graduarse en la para Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, para entonces perteneciente a la facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Nacida en 1913, vaya sacando usted la cuenta de lo joven que alzó el título: sí, a los veinte y pocos. Y a tal espíritu de juventud, no podía menos que corresponderle los laureles correspondientes: su viaje de egresados. Claro está, lo suficientemente intelectual como para llevarla al viejo continente junto a sus colegas Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, con quienes habría de fundar el llamado Grupo Austral. Un colectivo de arquitectos vanguardista que sería de gran influencia en latinoamerica hasta eso de los año ’50. De hecho, tanto Hardoy como Kurchan permanecerán en París trabajando junto a un conocido de la casa, de quien ya le hemos hablado largo y tendido: Le Corbusier. ¿Y qué fue entonces de Ítala? Ya de regreso, ofició de nexo entre el equipo “lecorbusiano” y Buenos Aires para optimizar la planificación de la capital (recordemos, Le Corbusier había visitado Argentina en 1929 a fines de instaurar un proyecto urbanístico que la renovara). Por lo que a un lado y otro del Atlántico, Fulvia y compañía trabajaban codo a codo con el suizo al tiempo que sembraban el germen del modernismo por estos lados.
Foco urbano
De esta manera, el urbanismo se alzó en la carrera de Ítala Fulvia como uno de sus pilares. Tanto así que acabó siendo discípula de uno de los primeros urbanistas nacionales: el ingeniero don Carlos María Della Paolera. De hecho, habiendo pasado diez años de su graduación, realiza junto a Horacio Nazar una propuesta de urbanización del Bajo Flores que le valió el Primer Premio del VI Salón de Arquitectura. Y fue junto al mismo Nazar que estuvo a cargo de la División de Información Urbana de la Dirección de Obras Públicas y Planeamiento Municipal. Las problemáticas urbanas y el modo de resolverlas con vistas a una evolución ocupaban el foco de atención de Fulvia: el tendido vial, las áreas edificadas, los espacios verdes, las trazas ferroviarias y demás menesteres no paraban de protagonizar ilustraciones, esquemas, y estadísticas que excedían incluso la tarea investigativa. Ítala buscaba acción: reformular, proponer, aplicar. Su criterio era operativo, se desplegaba en términos de lo posible. Y vaya si llegaría el tiempo de que lo fuera, pues el año 1950 la encuentra trabajando en la Dirección General de Arquitectura y Urbanismo, habiéndole sido adjudicados diseño y dirección de dos nuevos panteones: el Gran Panteón del cementerio de Flores y el Sexto Panteón en Chacarita, su criatura más impresionante.
Se agrandó Chacarita
Y si del Cementerio de la Chacarita hablamos, ¿recuerda aquel fatal episodio de fiebre amarilla que azotó a la ciudad allá por 1871?, ¿y que este cementerio nació para hacer frente a la incontenible mortandad de aquella epidemia? Bien, el caso es que el arquitecto Juan Buschiazzo puso manos al nuevo diseño del cementerio en 1882 ¿De qué fue el proyecto? Un trazado ortogonal con calles y diagonales superpuestas al mejor estilo de la ciudad de La Plata, diseñada por Pedro Benoit en ese mismo año. Claro que, ya para 1935, en medio del proceso de modernización de Buenos Aires, los cementerios volverían a entrar en escena de remodelación. La idea optimizar estos espacios de descanso eterno a partir de un modelo de cementerio-parque, con una necrópolis desplegándose por debajo de suelos libres y parquizados. Claro que esta “ciudad a bajo nivel” tendría también su particular diseño: una organización de en torno a patios que no solo conectaran los espacios sino los iluminaran al tiempo que ventilaran. Y así, a uno y otro lado de las galerías subterráneas resultantes, los nichos se dispondrían de forma alineada y superpuesta, constituyendo módulos. ¿Y cuántos de estos panteones serían necesarios para el cementerio más grande la ciudad? Cinco se proyectaron, y cinco se construyeron. Pero no fueron suficientes. En 1946 se iniciaron los estudios para construir un sexto: nueve galerías subterráneas y capacidad para 150 mil entierros. Al menos, en la previa…
Una brutalidad
El calendario ya nos situaba en 1955 cuando Ítala Fulvia toma el timón del proyecto. Y redobla la apuesta: agrega un segundo nivel al sótano para aumentar la capacidad inicial. ¿Por encima? una extensión de césped de 90.000 metros cuadrados con caminos peatonales y patios rectangulares. En las cuatro esquinas de la parcela, los cuatro lados y el centro toman lugar los nueve pabellones de hormigón que conforman las entradas a las galerías subterráneas. Sí, una obra brutal. Y en el literal sentido arquitectónico de la palabra. Tanto así que, poco más de medio siglo después, en 2021, tal brutalidad es expuesta en el caso antiguo de Berna, de la mano, interés y admiración de Léa Namer, un arquitecta francesa nacida 1989 que, tras ahondar en la vida y obra de Ítalo Fulvia, no dudo en compartirla al mundo. Así fue como la sala de exposición funeraria de Affspace (espacio destinado al análisis interdisciplinario entorno a arquitectura, ciudad y paisaje) albergó la muestra «Chacarita Moderna», dedicado al Sexto Panteón diseñado por Fulvia.
¿Será que estas líneas también pueden oficiar de justa vitrina? Pues si de ello l@ hemos convencido, más bien comparta, comente. Psss… y si no se anda con repeluses, entonces también visite, compruebe y maravíllese.