Piñón, en tu sagrado nombre

FOTOTECA

Fruto del Pehuén, árbol sagrado de los Pehuenches, el piñón es sustento de vida física y espiritual en plena cordillera austral. Pase y vea.

Algo así como 200 millones de años. Para redondear, nomás. Eso es lo que ha sobrevivido la Araucaria. Por cierto, aún hoy de pie entre para quienes lejos está de ser un fósil viviente; sino una especie vital, indispensable para su alimentación. Pehuén, cual si fuera hija de su propia naturaleza, así la han bautizado los Pehuenches, población Mapuche, gente de la tierra, como le hemos comentado alguna vez. Sí, esa que todo lo da. También los piñones, frutos del mentado Pehuén o Araucaria, como usted guste. A fin de cuentas, el gusto es nuestro: el de presentarle esta perla que la madre naturaleza no deja de gestar allí en el sur, en la Patagonia andina, en la región de la Araucanía, en los pagos del gran Quilapán.

Multifacético

Sí, para los Pehuenches la Araucaria es un árbol sagrado. Y no se trata de un simple decir. Allí, en el sur cordillerano -donde la tierra se eleva a más de 1000 metros sobre el nivel del mar- esta conífera capaz de alcanzar los 50 metros de altura es la “señora sustento”: acabado el verano, las familias Pehuenches se dedican a recolectar sus frutos, casi una divinidad con la que sobrevivir, calmar el hambre y saciar el espíritu. Así es, el piñón ha constituido el ABC de su subsistir durante miles de años; y la historia no ha cambiado en pleno siglo XXI. ¿Cómo es posible alimentarse en base a un simple fruto? Pues no se trata del único ingrediente; aunque sí del primordial, ese que nunca falta en los recetarios. Esos que, por cierto, se ofrecen variaditos, variaditos. Mermeladas y licores parecen no salirse del clásico libreto. Pero… ¿alguna vez probó empanadas de piñón? El fruto no sólo se hace presente en el relleno de carne y cebolla; sino que de él se extrae la harina con que elaborar la masa. Y la historia no termina allí: el puré de piñón sale como piña para acompañar al asado de liebre, jabalí y el salmón cordillerano, habitante del río Bío-Bío, en territorio chileno. Y si de preparaciones autóctonas va el asunto, la sopaipillas (algo así como nuestras viejas y conocidas tortas fritas) y el Muday (bebida típica mapuche elaborada a partir de la fermentación de cereales o semillas, similar a la chicha ¿la recuerda?) también tienen su versión a base piñón. Le digo más, el Muday es una bebida con la que se comparte momentos y se sociabiliza; pero también con la que se ofrenda y se agradece. Algo muy común en ceremonias tales como el Guillatún, aquella en la que se agradece a la tierra.

Persevera y triunfarás

Claro que para poder llegar a esta realidad, aquella en la que dar continuidad a las más arraigadas tradiciones, la cosa no estuvo fácil para los Pehuenches. En la comuna Victoria, Provincia de Malleco, puerta de entrada de la llamada Araucanía Andina, el asedio del Ejército Chileno, comandado por el General Cornelio Saavedra, no daba tregua. Corría la segunda mitad del siglo XIX cuando el cartel de “tierras fiscales” cayera sobre aquellos pagos, y la resistencia se volvía, entonces, cuesta arriba: en 1883 las fuerzas transandinas avanzaron a paso firme en lo que se dio a llamar la “Pacificación de la Araucanía”. Por tanto… ¿a dónde huir? Allí, en la propia Malleco, comuna de Lonquimay, aguardaba Quinquén: “lugar escondido”, ese en el que el Pehuén y sus piñones todo lo proveen (y por el que también ha habido que luchar, ante las amenazas de tala de estas ancestrales coníferas). El pehuenche Joaquín Meliñir ha sido uno de los pioneros en hacer del fruto sagrado la materia prima de una alta producción: café, pesto, harina de piñón y hasta piñón en almíbar componen, hoy en día, parte del abanico de productos.

Más de 50 familias viven hoy en Quinquén, ese sitio escondido en donde las comunidades Pehuenches de ya nada se esconden. Las bondades del piñón y de su trabajo diario atraviesan la frontera de la comunidad y entregan una grata lección: la subsistencia de todo ancestral legado, de nosotros depende. Menudo y honroso ejemplo hemos compartido hoy con usted. Pues la gente de la tierra ha redoblado la apuesta. Amén del ayer y sus tradiciones, el piñón y sus derivadas delicias, aún tienen largo camino en el mañana.