Sauce criollo, Latinoamérica erguida

FOTOTECA

Único sauce nativo de Latinoamérica, el sauce criollo supervive a la explotación e hibridación. Desde éstas líneas, un viaje a sus raíces.

 

Lo suyo siempre ha sido habitar las márgenes de los ríos y arroyos, por lo que vaya si a lo ancho y a lo largo de su Latinoamérica natal, el sauce criollo debería abundar. Sin embargo él, único nativo de estos suelos, más que predominar, peligra. Por lo que, aunque formando bosques suela crecer, no se sorprenda si lo encuentra solito y solo a alguna vera. Sí, el sauce criollo a las aguas echa sus penas. Sólo que desde estas líneas, el río suena. Que se oiga, pues, su presencia. Y que sus raíces sigan extendiéndose en nuestra tierra.

Haciendo patria

Desde México hasta la márgenes del el río Chubut, con sus hasta 20 metros de alturas y sus hojas caducas, el sauce criollo sí que supo asentar presencia. Vea usted, a pura abundancia de flores y follaje en primavera, fructificados incuso en tiempos de verano, los bosques en galería de sauce criollo llegaron a alcanzar una distancia de 120 kilómetros desde la costa de nuestro país hacia el centro del territorio. Sin embargo, los siglos XVIII y XIX vieron como, de la mano del hombre, dicha extensión mermó cada vez más. ¿Solo por extirpación o derribo? Ni tanto, pues la introducción de especias de sauces originarias de Europa y Asia post conquista de América fue un modo algo sutil de decirle “correte”. Es que las forasteras en cuestión comenzaron a crecer e invadir el espacio que habitaba el sauce criollo, al tiempo que éste comenzó a hibridarse, perdiendo así su pureza natal. Y como efecto dominó, la de sus propiedades y utilidades. Aquellas que de tanta virtud, acabaron por jugarle una mala pasada, alentando su desmedida explotación.

Árbol primor

¿Comenzamos con el inventario? Primero, una madera resistente, liviana y e inodora, por lo que calzó como anillo al dedo para la fabricación de cajones destinados a la industria frutícola, al no transferir aromas que pudieran alterar el sabor de las frutas en cuestión. Muebles también fueron de la partida, dada la alta durabilidad. Y si de leña hablamos, el sauce criollo se ha convertido en palabra mayor, por más que otras especies de sauce de más rápido crecimiento le hayan disputado tan utilitario trono.

Segundo, una corteza que contiene entre sus componentes principales a la salicina, de la que se extrae el ácido salicílico. Y aunque de nombre le suele extraño, verá como su uso está a la mano. Para que se dé una idea, los compuestos salicílicos producen efectos analgésicos, antitérmicos, antiinflamatorios, antiespasmódicos e incluso antirreumáticos, entre otros. ¿Le suena este alivio en combo? Tal vez mucho más si le decimos que, derivado del ácido en cuestión, el químico alemán Félix Hoffmann ha desarrollado el ácido acetilsalicílico, más conocido en la industria farmacéutica, incluso por usted y yo, como “aspirina”. ¿Qué me dice?

Bajo amenaza

Si es que de abajo para arriba todo crece, en el caso del sauce criollo también decrece. Pues en la Patagonia argentina es que el sauce criollo se encuentra mayormente amenazado.  Por cuanto el INTA, en colaboración con universidades públicas nacionales, ha trabajado en su supervivencia a partir de la “estrategia de rescate genético y cultural”, cuya base consiste en generar más plantas de sauce criollo a través de técnicas de propagación en invernadero. Así es como los ejemplares crecen a protección para luego, al año, regresar a su centro: las orillas los ríos.

Siempre a la vera pero bajo foco. Así se encuentra el sauce criollo. Nuestro por raíz propia más también por características, pertenencia e interacción con la naturaleza que por estos lares lo ha gestado. Sin la fama de otras especies autóctonas, sin ese saber popular del que acaso también sabe el aguaribay, el sauce criollo resiste en las márgenes, pero no por ello menos parte del corazón de nuestra flora.