Ñire, sentidos a flor de bosque

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Patagónico de pura cepa, el ñire porta al bosque en sus hojas, raíces y leyenda. Pase y conozca a este gigante de pie.

Bajas temperaturas, suelos a los que no les sobra fertilidad, ya sean demasiado húmedos o secos, e incluso pedregosos. ¿Algo más? Sí, amplitud térmica de la brava, vientos de esos que se lo llevan a uno por los aires y hasta entierros por nieve. Todo ello resiste el héroe de esta historia, el ñire. Aquel que, científicamente conocido como Nothofagus antárctica, habita las pronunciadas laderas de los bosques andino patagónicos tanto argentinos como chilenos. Pura nobleza al servicio de la naturaleza.

Comunitario

Caducifolio, lo que es decir, de esos que pierden sus hojas cada año, el ñire dice presente a uno y otro lado de los Andes desde la latitud 33º Sur hasta los confines continentales. Aunque no por mucho tiempo. Al menos, para su especie. Es que de los Nothofagus (¿recuerda al coihue?) es el que menos vive: muy raramente alcanzará los 200 años. Sin embargo, resultan suficientes para que haga de las suyas. O, mejor dicho, de las buenas. Vea usted, el ñire también alberga al pan de cada día que supo ser “pan del indio” para los pueblos originarios de la región, hongo parásito comestible propio de los Nothofagus. Y si del propio ñire hablamos, especies como el Huemul o el Guanaco se alimentan de sus brotes; al tiempo que los zorros realizan madrigueras debajo de él, dando así con una suerte de refugio. De hecho, ñire no significa otra cosa que zorro en lengua mapuche. Así es como representa una pieza de gran valor en la cadena de vida que de la que forma parte. Pues, bien sabemos usted y yo, en los ecosistemas no hay especie librada al azar. Y el ñire no es la excepción.

Experiencia ñire

Entre 10 y 25 metros es que promedia su altura. Sus hojas de borde ondulado, ricas en antioxidantes, tienen la particularidad de verse recubiertas por un cera de aroma dulzón. Las flores, femeninas y masculinas por separado, asoman de octubre a febrero. Y los frutos son unas pequeñas nueces que brotan en cuatro valvas, conteniendo éstas tres nuececitas cada una. He aquí la radiografía del ñire, más el sentido de la vista no es el único involucrado en el asunto… El ñire es también aroma, sabor, pues de sus hojas es posible obtener una infusión récord. Así como lo oye. Si el té verde, era hasta el momento, quien llevaba todas las de ganar como infusión antioxidante, lo cierto es que el ñire le saca ventaja. Incluso, duplicando su contenido. ¿Qué tal?

De leyenda

Árbol resistente, sobreviviente, ancestral, el ñire no podía entonces sino tener su propia leyenda. Sí, y de boca del pueblo mapuche, aquel que se ha vivido bajo su follaje. Dicen pues, que existió un tiempo en que los mapuches habían olvidado adorar a Antû, el dios sol. Lo cual produjo una batalla entre dos pillan, espíritus que habitaban en los volcanes y manifestaban su poder a través de tormentas eléctricas y terremotos. El caso es que pillán le arrojó una piedra gigante a otro, y éste cayó por la ladera del volcán. Sólo que su larga barba de más de dos mil metros quedó prendida de un árbol, un árbol llamado ñire, y que entonces, de muy agradecido, el pillán se la obsequió por completo. No se asombre pues, si en la isla de Tierra del Fuego, ve al ñire cubierto por una barba: de viejo, de diablo o de indio, como suelen llamarle. Una suerte de liquen verde claro que lo cubre en aquellos pagos tan australes.

 

Entre mito y realidad, entre el presente y el pasado y un tiempo que se pierde en el tiempo, el ñire es raíz de nuestro suelo. Naturaleza de nuestra naturaleza desde allí donde la memoria no llega. Y acaso nada merece más que hasta ese mañana al que nuestros ojos no alcanzan, sino el tantas y tantas generaciones futuras.

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